En el último tiempo se ha visto como la inteligencia artificial está llevando la automatización, tradicionalmente circunscrita a tareas físicas y repetitivas, a labores y trabajos que se creían exclusivos del pensar humano, agregando aún más volatilidad e incertidumbre a un mundo caracterizado por el cambio acelerado.
En este contexto se ha vuelto evidente que el conocimiento y experticia técnica no bastan por sí solos; que, para desarrollar nuestro potencial, influir o ser líderes, requerimos de habilidades blandas, emocionales y relacionales cuyo factor central es la comunicación. Contar con estas habilidades nos ayuda a clarificar malentendidos, resolver conflictos, trabajar colaborativamente, convencer a los demás, motivar equipos, alinear hacia objetivos comunes y fortalecer nuestras redes de relaciones; esenciales para adaptarse a nuevas realidades.